Mientras Mick Schumacher era el protagonista del GP de Alemania de este año que se va, Sabine Kehm miraba al joven, y pensaba en su padre, y en ese momento casi tres años antes. El hijo de Michael estaba con él aquel 29 de diciembre de 2013 y vio a su padre perder la vida que había tenido hasta ese momento para entrar en un universo duro de lucha por su existencia. Entonces tenía 14 años, ahora ya con 17 es una de las grandes promesas para la F1 del futuro, y sueña con que su padre lo vea en un podio.
El crecimiento de Mick es una de las cosas que sucedieron mientras Schumacher entraba en coma, despertaba, iba de un hospital a otro, después a su casa y sigue buscando cómo salir de esta situación y volver a ser una parte de lo que fue. Su capacidad de lucha es una luz del ser humano. Pero hubo otras cosas, como ese periodista que se disfrazó de cura en los primeros días en Grenoble para entrar en su habitación, aquel que robó su documentación médica y acabó suicidándose en la cárcel o el que quiso vender una imagen de Michael por un millón de euros. Y las palabras de supuestos médicos y de Montezemolo diciendo cosas buenas y malas o muy malas, y la investigación de la policía francesa y el intento de la familia por informar poco y sólo lo necesario. Schumacher mejora lentamente, muy lentamente, pero sigue luchando. Keep Fighting Michael.